El artículo de hoy es sobre una historia que le escuché contar a uno de mis grandes mentores en la vida: Greg Plitt. Estoy convencido que la historia no es invención suya, pero lo que cuenta es que se lo oí decir a él primero y se me quedó grabada a fuego en el cerebro.
UNA HISTORIA SOBRE EL ÉXITO
Resulta que había un hombre que quería tener éxito en la vida. Tenía un trabajo corriente, una vida estable, monótona y anclada en la rutina. Sentía que su vida estaba destinada a ser algo más y ese pensamiento le venía cada noche a la cabeza antes de irse a dormir.
Un día decidió ir a una convención de esas que se suelen hacer para el desarrollo personal, en la que varios ponentes están invitados para dar charlas sobre como mejorar la calidad de vida, sobre como sacar todo nuestro potencial escondido, como aumentar la autoestima en uno mismo, obtener el éxito, etc…
Fue a un par de charlas y en una de ellas en particular escuchó embobado, perdido entre cientos de personas entre el público, a un ponente que llamaba mucho la atención y que era simplemente hipnótico.
La ponencia se basaba en su vida y en lo que él tuvo que pasar para poder tirar adelante y llegar a convertirse en esa fuerza de la naturaleza que estaba ahí plantada en el escenario ése día. Esa fuerza de la que todo el mundo quiere saber el secreto, porque estaba claro que él tenía algo que nadie más poseía. Esa fuerza interior que parecía vibrar a cada frase que soltaba y con una convicción casi insultante.
Al acabar la ponencia, el hombre se acercó al ponente y le dijo que había algo de lo que había dicho que le había tocado las entrañas, que era raro pero que todo lo que había dicho tenía todo el sentido del mundo y que necesitaba oír más, aprender más de él. Quería saber cómo podía lograr el éxito que él había obtenido, y que le pagaría lo que fuera.
El ponente le dijo que no tenía que pagar nada y que al día siguiente tenía que coger un avión a las 11 de la mañana, pero que si realmente quería saber más y quería aprender más de él le invitó a que a las 7 de la mañana del día siguiente se reuniera con él en la playa, delante del hotel donde estaban ahora mismo. Y hablarían.
El hombre, emocionado, accedió sin dudar y se fue a su casa. Apenas pudo dormir de la emoción.
Al día siguiente, a las 7 de la mañana como un reloj se presentó en la playa. El ponente ya estaba ahí. Le preguntó que por qué habían quedado justo en esa playa y él le contestó «porque vamos a ir hacia el agua».
Él accedió inicialmente, aunque no entendía muy bien lo que harían, y empezaron a caminar hacia el agua.
Ya apenas estaban en la orilla y el ponente, completamente vestido, entró en el agua. El hombre, parado, le dijo:
-Tío, no me voy a meter en el agua. Hace frío y este traje que llevo es caro, no tengo ganas de mojarlo. ¿Para qué quieres que nos metamos en el agua?
A lo que el ponente le contestó:
-Fíjate…Quieres saber cual es el secreto del éxito desesperadamente y quieres saber qué es lo que hice para llegar donde tú quieres estar y la primera cosa que te digo ya me la cuestionas. Me cuestionas con lo que tú sabes, que es lo que te ha llevado donde estás, en vez de confiar en lo que yo sé, que me ha llevado donde estoy.
El hombre se queda pensativo y decidió que el ponente tenía razón, era muy pronto para empezar a cuestionar nada. ¡Apenas habían empezado!
Se metió en el agua y empezó a seguir al ponente, que cada vez se alejaba más de la orilla.
El agua les llegaba por las rodillas, por la cadera, por el estómago, por el pecho y cuando les llegaba a los hombros el ponente se paró, se giró hacia el hombre, lo agarró por el cuello y lo hundió en el agua.
El hombre se quedó paralizado y empezó a tener miedo. El ponente lo estaba agarrando, ahogándolo, y no le dejaba subir. Su cabeza se lleno de mil pensamientos ininteligibles que pasaban del miedo al asombro, para continuar con la ira y decepción.
Sin embargo, no tardó en irse todo de ahí y quedarse una única cosa en su cabeza: oxígeno.
Necesitaba oxígeno imperiosamente y nada ni nadie importaba más que eso. Intentaba zafarse del ponente con todas sus fuerzas para poder respirar, pero él no se lo permitía. Tenía más fuerza que él y era imposible deshacerse de su agarre. Del fondo de sus ser sacó fuerzas de donde no sabía que existían y literalmente dio el 120% para poder volver a respirar.
Finalmente el hombre, revolviéndose con toda su fuerza, le dio un puñetazo en el estómago al ponente y logró escapar de debajo del agua, aprovechando un momento en el que se quedó sin respiración debido al golpe recibido. Sacó la cabeza y llenó sus pulmones de aire. Creyó volver a nacer.
Momentos después, se quedó mirando al ponente con una mezcla de ira y incertidumbre. No entendía por qué había hecho lo que había hecho y lo peor de todo es que lo estaba mirando con una sonrisa de oreja a oreja.
-¿De qué cojones te estás riendo?
-No me río. Sonrío. Sonrío porque ahora ya sabes el secreto. Ahora ya sabes qué es darlo todo de verdad. Ahora sabes qué es querer algo más que la vida misma. Y te digo que nunca alcanzarás el éxito o cualquier objetivo que te propongas en la vida hasta que no lo desees y necesites tanto como necesitabas el oxígeno cuando estabas debajo del agua. El día que necesites el éxito tanto como necesitabas el oxígeno, entonces tendrás éxito.
Ese era el secreto. Lección aprendida.
Pedazo de historia. Recuerdo que la primera vez que la oí fue hace 3 años en un vídeo de Eric Thomas. Me pregunto si será original suya.
https://www.youtube.com/watch?v=GLcJHC9J7l4
Sigue así, crack.
Yo la escuché de Greg Plitt ^^
Me has recordado cuando me motivaba con éste mismo discurso con Floyd Mayweather. Gran artículo, gran página y gran persona.
Un saludo Victor
Gracias Jorge ^^