«La grandeza nace de pequeños comienzos»

Bienvenido a La Hermandad, la newsletter de Fitness Real.

Una newsletter dedicada exclusivamente a ayudarte a alcanzar la persona que sabes que puedes llegar a ser.

Espero que la disfrutes, que aprendas y que luego lo pongas en práctica.
Y gracias de corazón por estar ahí una semana más.

¡Empezamos!

David Goggins es un ex NAVY Seal y una de las personas más extremas del planeta.
Ha logrado cosas increíbles y su fuerza de voluntad, disciplina y fortaleza mental están a otro nivel.

Uno de sus lemas más conocidos es el siguiente: «Cuando crees que ya no puedes más en realidad solo estás al 40%».

Es decir, que tu cuerpo es capaz de mucho más, pero el hecho de creer que no puedes es lo que de verdad te hace abandonar. Esta idea, en mi opinión, es completamente cierta. Y te voy a explicar una historia personal en la que me encontré de cara con ese límite mental en medio de la montaña y como salí adelante.

Te cuento.

Hace bastantes años un par de amigos y yo decidimos subir a la Pica d’Estats, una de las montañas más altas de los Pirineos. Tiene 3.143 metros de altura y, aunque no es una montaña particularmente difícil de subir, suponía un reto interesante al que nos apetecía enfrentarnos, ya que la distancia total de la excursión no era desdeñable.

La ruta estaba pensada para 3 días, y la idea era empezar desde el Plà de Boavi y acabar la primera jornada en el refugio de Broate. La segunda jornada (y la más intensa) estaba dedicada a subir a la Pica d’Estats y bajar hasta el refugio de Baborte. Si era demasiado largo y no llegábamos al refugio teníamos previsto acampar en medio de la montaña en la zona de los lagos de Estado. La tercera jornada estaría dedicada a llegar tranquilamente hasta el Plà de Boet, donde un coche nos recogería.

Este es el primer refugio donde dormimos la primera noche. El refugio de Broate.

La ruta empezó con mal pie, literalmente, porque se me rompieron las botas de montaña el día anterior y me tuve que comprar unas nuevas.

Cualquier persona puede entrever que estrenar botas cuando tienes por delante tres días de caminar mínimo seis horas por montaña… No es lo ideal. Pero no había otra opción. Era eso o no hacer la excursión. Y no quería perdérmela, así que acepté que los pies me dolerían.

Como es obvio, al cabo de poco rato mis talones ya tenían unas ampollas importantes que hacían que cada paso me molestara de forma considerable. Y no hacía más que empeorar.

Debido a un fallo por nuestra parte, a la hora de preparar las cosas necesarias para la ruta, acabamos cargando demasiado las mochilas de cosas irrelevantes, lo que hizo que nuestro ritmo fuera mucho más lento de lo esperado y las jornadas se alargaran.

Además, el refugio donde pasamos la primera noche estaba infestado de pulgas y me masacraron. A mis amigos no tanto, pero a mí me dejaron como un colador. Más de cincuenta picaduras. Si te ha picado alguna vez una pulga, sabes lo mucho que pueden escocer las condenadas picaduras.

Lo peor, sin embargo, vino el segundo día. Bajando de la Pica d’Estats empecé a notar un dolor muy fuerte en el testículo derecho: oportunamente, me salió un varicocele en medio de los Pirineos, una inflamación de las venas testiculares que me producía un dolor intenso y muy muy desagradable.

Para los chicos que estéis leyendo esto… Sabéis perfectamente el dolor que se siente cuando te das un golpe en los testículos. Pues es ese dolor, pero a cada paso. Literalmente.

Eso en medio de la montaña, a varias horas del refugio más cercano. Con ampollas criminales en los pies y los calcetines llenos de sangre. Y lleno de picaduras de pulga por todo el cuerpo que escocían una barbaridad.

En mi vida me había sentido tan mal, con tanta molestia, dolor y asco a la vez.

Y miedo, porque posteriormente el médico me explicó que era un varicocele, pero en ese momento lo único que sabía era que me dolían mucho mis partes nobles, y eso… no es algo que nadie quiera experimentar.

Tu mente divaga y empieza a pensar en las peores causas que pueden producir ese dolor.

Llegó un punto en el que me vi tan sobrepasado por todas esas sensaciones que me senté en el suelo, del todo abatido. No sabía qué hacer, la verdad. Estaba en plena vorágine de angustia y dolor y no me veía capaz de dar un paso más. Tiré la toalla.

Y ahí, en medio de la montaña y saturado por completo, tuve una charla muy seria conmigo mismo. Una conversación que jamás había tenido porque nunca me había sentido tan al límite.

«Víctor, la alternativa a seguir adelante es quedarte aquí tirado. Y eso sabes a la perfección que no es una opción viable. Tienes que llegar al final, te vendrán a buscar y podrás tumbarte, estar tranquilo, curarte las heridas e ir a que te vea un médico si fuera necesario.»

El dolor que sientes está ahí y no se va a ir. Deja de luchar contra él, porque lo único que haces es empeorar la situación. Acéptalo. Acepta que cada vez que des un paso vas a notar dolor. Y no pasa nada, no te vas a morir. Duele, pero no pasa nada. El dolor está fuera, no dejes que entre dentro. Te va a acompañar hasta el final, pero no formará parte de ti.

El miedo que sientes tampoco sirve de nada y lo sabes. Déjalo fuera. Está ahí. No luches e intentes que se vaya, pero tampoco lo avives de manera innecesaria. Cuando vayas al médico, ya verás lo que es. Hasta entonces lo que te toca hacer es crear distancia entre tú y él. Al igual que el dolor, te acompañará, pero no te guiará».

Y, en efecto, así lo hice. A pesar de que creía que no podía, me levanté y empecé a andar. Y dolía. Mucho. Pero de algún modo, no me sentía identificado con el dolor. Estaba ahí, pero el hecho de crear distancia hizo que fuera mucho más soportable. Más que si hubiera estado resistiéndome y luchando contra él a cada paso, desde luego.

El miedo también seguía ahí, pero con respiraciones profundas y centrándome en el siguiente paso que tenía que dar, se desplazó a un segundo plano. Apenas podía sentirlo. Mi mente estaba en lo que estaba. En el siguiente paso. Nada más.

Y, centrándome en lo que podía controlar, llegué al refugio. Nos pasaron a buscar, recibí la atención médica necesaria y pude recuperarme sin problema. Y entendí que el límite en verdad está mucho más allá. Entendí que todo parece muy difícil hasta que se hace. Todo parece imposible hasta que está hecho.

A veces no tendrás la posibilidad de descansar.
A veces no podrás desentenderte.
A veces la opción de rendirte no será viable, porque otras personas dependen de ti.
A veces deberás mirar a los ojos a tus propias limitaciones y decirles: «Hoy no».
Y ese día descubrirás que tus verdaderos límites no están donde antes creías que estaban.

Están mucho más allá, y verás que eres capaz de mucho más de lo que pensabas. Y a partir de ese momento tendrás un nuevo rasero con el que calibrarás el resto de tu vida.

Nunca sabes lo fuerte que eres hasta que ser fuerte es la única opción que te queda. La vida en ocasiones te presentará estos retos, y con toda seguridad lo primero que te saldrá es maldecirla por ponerte contra las cuerdas con desafíos para los que no estás preparado o con los que no puedes.

Pero ¿seguro que no puedes?

Muchas veces no podemos porque nos convencemos de ello sin haber presentado batalla siquiera. Nos ponemos excusas y nos las creemos para evitar realizar el esfuerzo necesario, ya que es más fácil engañarse que darlo todo.

El problema es que, una vez que te pones una excusa y te la crees, sientas un precedente muy peligroso, porque cada vez te será más fácil abrir esa puerta, y más borrosa se volverá la línea entre la realidad y la historia que te explicas.

Y sobre esto hablaré largo y tendido la semana que viene, porque es un tema muy importante.

Séneca decía que «no hay nadie menos afortunado que el hombre a quien la adversidad olvida, pues no tiene oportunidad de ponerse a prueba», y lo redondeaba declarando que «eres desafortunado porque no has sufrido adversidad. Has pasado tu vida sin un oponente, y nadie sabrá de lo que eres capaz, ni siquiera tú».

Cuando la vida te ponga un desafío digno delante, estate agradecido. Tienes ante ti una oportunidad perfecta para saber de qué pasta estás hecho y demostrarte que incluso tú te estabas infravalorando.

Qué sensación de seguridad y confianza da eso.
Debes experimentarlo para entenderlo.
Y solo lo podrás hacer apretando los dientes la próxima vez que la situación te supere y diciéndote a ti mismo: «Hoy no me rindo».

No te rindas.
Sigue adelante.

La semana pasada os pregunté lo siguiente: «Si hoy fuera tu último día… ¿Estarías satisfecho con la vida que has vivido?»

Y estoy francamente orgulloso de vosotros, porque la gran mayoría me habéis respondido de forma afirmativa. Y eso es increíble.

Ivan dice: Me siento sumamente satisfecho con lo que he podido hacer con mi vida. He intentado aprender en la medida de lo posible, he podido reafirmar mis valores y serle fiel a ellos. Me he equivocado, pero he podido sacarle provecho a ello. He conocido, viajado y recorrido países que jamás pensé que lo podría hacer. Tengo un trabajo en el cual me siento super a gusto ayudando a personas en su proceso de entrenamiento. Tengo una familia que me ha entregado amor y buenos procesos. Tengo una pareja que me ama y me respeta. Tengo amigos con lazos muy fuertes.»

Ismael hace una reflexión muy acertada: «En este momento estoy muy satisfecho, las decisiones de vida que he tomado me han ido guiando al «hoy», la clave es enfocarte en lo que realmente quieres y desechar lo banal. La magia de esto es que lo importante y banal es totalmente diferente en cada persona. Por lo que recomiendo a que cada uno explore qué quiere realmente y empuje en esa dirección con todas sus fuerzas».

Laura comenta: «Si hoy fuera mi último día, es verdad que pensaría que me quedan muchas cosas por hacer, pero a pesar de eso sí que estaría satisfecha con la vida que he tenido! Me gusta lo que hago, me cuido, disfruto mi tiempo libre, viajo… Y paso tiempo con mis seres queridos. Me quedo tranquila sabiendo que, de momento, voy por buen camino!»

Gracias de corazón a todos.

La pregunta de esta semana, y muy relacionada con la reflexión de antes, es la siguiente: «¿En qué momento de tu vida pensaste que habías llegado a tu límite y, sin embargo, seguiste adelante y entendiste que te habías infravalorado enormemente y que eras capaz de mucho más de lo que creías?

Con muchísimas ganas de leer todos estos episodios de crecimiento que habéis experimentado en vuestras vidas.

Podéis enviarme la respuesta contestando desde aquí.
Ya sabéis que los leo todos.

El Coronel William H. McRaven tenía un vídeo en el que hablaba de la importancia de hacer la cama cada mañana. Decía que si querías cambiar el mundo, empezaras por hacer tu propia cama.

Mucha gente cree que eso es completamente trivial, pero creo de verdad que si no eres capaz de hacer bien las pequeñas cosas jamás serás capaz de hacer bien las cosas importantes. Y no tendrás ni siquiera potestad de hacerlas. Es como el que pretende correr antes de gatear.

Este vídeo de Jordan Peterson lo explica a la perfección. Empieza por las cosas pequeñas. Son más importantes de lo que parecen a simple vista. La vida es una sucesión de pequeñas cosas que, de no prestarles atención, pueden acabar destruyendo tu propia existencia. Sin embargo, si se es diligente y se arreglan, marcan la diferencia.

PREGUNTA:
Víctor, ¿conoces el término «ikigai»?

RESPUESTA:
Sí, lo conozco. Y déjame decirte que la mayoría de personas que hablan de «ikigai» no tienen ni idea de lo que representa en realidad el concepto.

Si no lo has escuchado nunca déjame que te haga una breve introducción. “Ikigai” es el término japonés que se utiliza para definir la razón para vivir. Es encontrar aquello que hace que la vida valga la pena ser vivida. Es una especie de sinónimo de «propósito».

Sabemos a día de hoy que las personas que tienen claro su Ikigai viven más y mejor, son más felices y sienten una satisfacción plena con su existencia.

Sin embargo, en occidente el significado de Ikigai está completamente pervertido y se usa de forma equivocada, especialmente gracias a los gurús del desarrollo personal y de la productividad tóxica.

Seguramente habrás visto en alguna ocasión el famoso diagrama de Venn que está asociado al concepto de Ikigai y que básicamente te dice que, para encontrar tu Ikigai, debes encontrar algo algo que ames, que se te de bien, que el mundo necesite y con lo que puedas ganar dinero.

Es decir, este supuesto Ikigai es lo que encuentras cuando tu pasión, tu profesión, tu misión y tu vocación se unen.

Y esto tal vez puede quedar muy bien para un post de Instagram que te permita cosechar muchos likes, pero si te paras a pensar con detenimiento verás que se trata de una visión muy limitada de lo que en verdad representa el propósito en la vida.

Y, especialmente, de cómo entienden el Ikigai los japoneses.

Te pongo un ejemplo para que lo entiendas: Ser padre es una de las cosas que más sentido le otorga a mi existencia, y es algo que me hace levantar cada mañana con ganas e intentar acercarme a mi mejor versión.

Se podría decir que ser padre me otorga un gran sentido de propósito.
Pero mi paternidad no cuadra con esa idea que nos han vendido de Ikigai.

Amo ser padre.
Creo que cada vez lo hago mejor.
No tengo claro que el mundo necesite que yo sea padre.
Claramente no puedo ganar dinero con ello.

¿Eso significa que debo descartar la paternidad como propósito? No, lo que significa es que esta definición tan encorsetada de propósito no es demasiado útil en la vida real.

Los japoneses tienen una idea mucho más amplia del Ikigai, que nada tiene que ver con este concepto enfocado principalmente al trabajo con el que nos bombardean sin parar en occidente, ya que en realidad abarca aspectos más amplios de la vida, como las relaciones personales, la salud y el bienestar emocional.

Para un japonés Ikigai significa encontrar alegría y gozo en lo que hacemos, pasión en nuestra existencia y satisfacción en nuestra vida.

Ikigai es un estado en el que existes, no un objetivo que alcanzas.
Es un camino que recorres con presencia y plenitud, no una montaña a la que subes con dificultad y obstinación.

Una abuela que cuida a sus nietos con devoción y entrega tiene Ikigai.
Alguien que desarrolla un hobby con maestría tiene Ikigai.
Una persona que contribuye de forma positiva y consciente en la sociedad, tiene Ikigai.
Una pareja que da un paseo por la playa mirando el atardecer, tiene Ikigai.

Espero que te haya servido 😉

Hace unos cuantos meses hablé del impacto que tendría la inteligencia artificial en nuestra sociedad en un futuro muy cercano. Os decía que estaba preocupado, ya que creo que cambiará drásticamente la sociedad tal y como la conocemos.

Hace dos semanas ocurrió algo que aumentó mi preocupación y me reafirmó todavía más en mis creencias.

Primero de todo, y para ponerte en contexto, mira este vídeo.

Ya sé que es siniestro, pero este es el primer vídeo que generó una inteligencia artificial en base a un texto. Las instrucciones que se le dieron a la IA en cuestión fueron: «Will Smith comiendo espaguetis», y el resultado que dio es el material con el que se construyen las pesadillas.

Ni siquiera un año después la inteligencia artificial «Sora», de la empresa OpenAI, ha sido capaz de crear este tipo de vídeos. Y te recuerdo que TODO lo que está en el vídeo que verás a continuación está generado 100% por IA. Nada es real.

Agárrate a la silla.

Obviamente no es perfecto, y si miras detenidamente verás pequeños errores, pero entre el vídeo espeluznante de Will Smith y esto…no ha pasado ni un año.

Imagínate lo que se podrá hacer en menos de una década.
Piensa en las repercusiones que todo esto puede tener.

A mí, repito, me preocupa mucho.
Porque esto solo va a ir mejorando de ahora en adelante.

¿Qué piensas tú de esto?
¿A favor o en contra?

«Tu vida puede cambiar de la noche a la mañana. Pero son necesarios años de trabajo, esfuerzo y constancia para llegar a esa mañana».
Anónimo
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Publicado el 7 de marzo de 2024Categorías: La Hermandad0 Comentarios on LA HERMANDAD – 7 de Marzo de 2024

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Sobre el autor: Víctor

Me llamo Víctor y soy el creador de fitnessreal.es Llevo más de 12 años en el gimnasio y si de algo me he dado cuenta es que en el mundo del gimnasio y la nutrición lo que más abunda es la desinformación y los mitos absurdos. Por eso creé Fitness Real, para ayudar a la mayor cantidad de gente posible a no cometer todos los errores que yo sí he cometido y hacer más sencillo y gratificante un camino de por sí plagado obstáculos y sacrificios, pero aún así increíble y lleno de satisfacciones.

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