«La grandeza nace de pequeños comienzos»
Bienvenido a La Hermandad, la newsletter de Fitness Real.
Una newsletter dedicada exclusivamente a ayudarte a alcanzar la persona que sabes que puedes llegar a ser.
Espero que la disfrutes, que aprendas y que luego lo pongas en práctica.
Y gracias de corazón por estar ahí una semana más.
¡Empezamos!
Vamos en piloto automático por la vida.
Aceptamos la realidad tal y como nos dicen que es.
En muchos casos ni siquiera la cuestionamos.
Asentimos con la cabeza y seguimos adelante.
Para no molestar.
Para no hacer el esfuerzo de pensar.
Y una de las mejores habilidades que tenemos para mejorar nuestra vida es desarrollar un pensamiento crítico. Ser capaces de pensar por nosotros mismos y no dejarnos llevar por la corriente. Cultivar el coraje necesario para cuestionar las cosas, dudar y forjar nuestra propia opinión.
Una vez leí sobre un experimento social que me dejó alucinado. Y si te paras a pensarlo, muchos de nosotros actuamos exactamente así durante gran parte de nuestra vida.
El experimento consistía en lo siguiente:
Pusieron a varios actores en la sala de espera de un centro médico y les dieron la indicación de levantarse un momento de su silla cada vez que oyeran un pitido agudo que los investigadores harían sonar cada pocos minutos.
El experimento empezó cuando entró en la sala una chica que no formaba parte del grupo de actores y se sentó en una de las sillas.
Tal como les habían indicado, los actores se levantaron cada vez que sonaba el pitido agudo.
La chica no entendía lo que estaban haciendo, pero al tercer pitido ella también se levantó.
Nadie le indicó que lo hiciera.
No sabía por qué lo estaba haciendo.
Pero lo hizo.
Solo porque todo el mundo a su alrededor lo estaba haciendo.
El experimento no acabó ahí.
Uno a uno, los actores fueron saliendo de la sala de espera simulando que los llamaban para la visita que tenían concertada. Al final, la chica se acabó quedando sola, y, por extraño que parezca, se siguió levantando de la silla cada vez que oía el pitido.
Ya no había nadie para reforzar su conducta o a quién imitar, simplemente lo había integrado como «lo que se tenía que hacer».
Y eso no es todo, porque después fueron entrando en la sala de espera otras personas que no sabían nada del experimento y, poco a poco, todas fueron imitando a la chica y empezaron a levantarse con el pitido. Incluso cuando la chica se fue, el resto seguían levantándose cada vez que oían el pitido.
Si quieres ver el experimento en plena acción, échale un vistazo a este vídeo.
Este no es el único experimento que se ha llevado a cabo y que demuestra la facilidad que tiene el ser humano para ignorar su sentido común, su conocimiento y sus principios para adaptarse a lo que dice la mayoría.
¿Qué quiero decir con esta historia?
Que vamos por la vida en piloto automático.
Hacemos cosas porque sí.
Porque se han hecho así toda la vida.
Porque todo el mundo las hace.
Porque las personas de nuestro entorno actúan de esa manera.
Porque no queremos enfrentarnos a la desaprobación o al juicio ajeno.
No tenemos el valor de cuestionar de forma seria si lo que hacemos es correcto, adecuado, útil o si hay una alternativa mejor.
El ser humano tiene un método de aprendizaje integrado en lo más profundo de su ser llamado «aprendizaje social», y es algo que ha llegado a nuestros días porque se trata de una herramienta de verdad útil.
Poder aprender a base de observar lo que hacen los demás o lo que les ocurre si hacen determinadas acciones, en vez de tener que experimentarlo todo en nuestras propias carnes, es algo fantástico.
No hace falta que te atropellen para saber que hay que cruzar en verde.
No hace falta que sufras una intoxicación para saber que esas bayas no se pueden comer.
No hace falta que acabes con una pierna rota para aprender que mejor no subir a esa roca.
Pero a pesar de que es algo extraordinariamente útil, en especial desde un punto de vista evolutivo, también puede llevar a apagar el cerebro e ir por inercia. Es importante que luches en la medida de lo posible para evitar los efectos negativos de nuestro sistema operativo.
¿Cómo puedes lograrlo?
Pues ejercitando el pensamiento crítico.
Acostúmbrate a cuestionar las cosas.
A buscar el porqué.
El para qué.
Ten el valor de poner en duda a tu entorno y a ti mismo con frecuencia.
En especial cuando las cosas que ocurren a tu alrededor no te acaben de cuadrar, notes incomodidad haciendo lo que se supone que tienes que hacer, o las razones que te den para actuar de un modo determinado no te convenzan lo más mínimo.
Eso no significa que tengas que ir en contra de toda convención o norma social. Tampoco pienses que, por el hecho de ir al revés del mundo, tienes razón.
Pensar que el resto está adoctrinado y que, por extraño que parezca, tú eres el único lo bastante listo y capaz de pensar de forma libre para poder escapar de la «matrix» denotaría un grado de prepotencia y vanidad bastante considerable.
Hay muchas convenciones sociales que están ahí por algo, y muchas normas que tienen su razón de ser.
No pasa nada por estar del lado de la mayoría, pero también es cierto lo que dijo el periodista Walter Lippmann: «Cuando todos piensan igual, es que nadie está pensando».
O lo que apuntó Mark Twain: «Cuando te encuentres del lado de la mayoría, es momento de hacer una pausa y reflexionar».
Estar solo no significa tener razón, pero sí debes estar dispuesto a estar solo en tu búsqueda de la verdad.
Volviendo al ejemplo de la sala de espera, si la chica hubiera preguntado «¿Por qué estáis haciendo eso?», habría visto con claridad que no había una razón de peso. Pero nos paralizamos, y no preguntamos, cuestionamos, dudamos ni investigamos.
Sé valiente.
Crítico.
Observador.
Curioso.
No olvides que el cerebro combina con todo.
Úsalo con frecuencia.
La semana os propuse la siguiente pregunta:
¿Qué cualidades positivas tienes y valoras de ti mismo?
Me alegra que decenas de vosotros podáis hablar de vuestros puntos fuertes sin demasiado reparo.
Yolanda habla de su optimismo:
«Creo que soy una persona optimista y que se valorar lo que tengo. Por parte de dos amigas de distintos grupos sociales, me llegó la siguiente frase «Si tienes un mal día, queda con Yolanda» y no te voy a engañar, me alaga que piensen así de mí. Creo que la actitud es muy importante».
Efectivamente, la actitud multiplica.
David habla de la sencillez:
«Nunca he tenido la necesidad de grandes cosas para ser feliz, he valorado mucho desde pequeño esos pequeños detalles que comentas en la newsletter. Poder dar un abrazo a mi madre cada día al despertar es una de las cosas por las que más me siento agradecido».
Carol habla de la lealtad:
«Mi punto fuerte es la lealtad. Estoy orgullosa de haber aprendido a soltar a quien traiciona y a quien te hace quererte aun menos, pero reivindico mi derecho a seguir siendo a leal y a cuidar a los que me cuidan».
Gracias a todos una semana más por participar en La Hermandad.
La pregunta de esta semana con la que os invito a reflexionar es la siguiente.
¿En qué momento me he dado cuenta que estaba haciendo algo que en realidad no quería hacer simplemente porque estaba siguiendo a la mayoría? ¿Qué hice al darme cuenta de eso?
Tengo muchas ganas de leer vuestras respuestas.
Os recomiendo que hagáis este ejercicio porque os puede ayudar muchísimo. Y ya como bonus, haceos la siguiente pregunta: «¿Estoy ahora funcionando en piloto automático en algún ámbito de mi vida?»
Si queréis compartir vuestras reflexiones con el resto de La Hermandad, responded a este correo.
Los leo todos, como siempre.
La semana pasada os compartí un vídeo de un canal de Youtube que descubrí hace relativamente poco llamado «The School of Life». Esta semana tengo que compartiros otra joya de su canal.
El vídeo se titula «20 señales de que eres una persona emocionalmente madura», y creo que tiene una cantidad impresionante de reflexiones de calidad. Mucha gente cree que ser un adulto se reduce a trabajar, pagar impuestos o tener más de 18 años, y la realidad es que madurar significa mucho más que cumplir años.
Espero que os guste.
PD: Si el personaje del vídeo te recuerda un poco a Hitler… no estás solo. Tal vez no somos tan maduros al fin y al cabo… XD
Esta semana quiero compartiros dos vídeos interesantes. Este de aquí complementa la reflexión de hoy.
Antes os he comentado que el experimento de la sala de espera no es el único que se ha llevado a cabo para demostrar la facilidad que tiene el ser humano para ignorar su sentido común, su conocimiento y sus principios para adaptarse a lo que dice la mayoría.
Pues en este vídeo, que muestra el famoso experimento de Asch, verás este fenómeno una vez más.
Échale un vistazo con atención y verás que lo que se ve en el vídeo se puede extrapolar a muchísimos ámbitos de la vida. Probablemente tú mismo has hecho lo mismo en repetidas ocasiones.
PREGUNTA:
Víctor ¿Cómo puedo saber si tengo que dejar una relación o seguir adelante?
RESPUESTA:
Las relaciones personales son difíciles.
Requieren de trabajo, esfuerzo, compromiso, confianza, afecto, reciprocidad…
El amor no es suficiente.
Y hay veces que las cosas no acaban de cuadrar, y eso hace que te empieces a plantear algunas cosas. Una de las más importantes es si la relación en la que estás sigue teniendo sentido.
Creo que es normal plantearse este tipo de cuestiones de forma puntual, pero ya te adelanto que si es algo muy recurrente probablemente ya sabes la respuesta, simplemente tienes miedo de hacer lo que sabes que tienes que hacer.
Sin embargo, a veces las cosas no están tan claras, y para encontrar respuestas lo primero que debes hacer es plantearte las preguntas adecuadas.
A continuación te voy a proponer algunas preguntas que, si las respondes con honestidad y coraje, te aclararán mucho la toma de decisiones.
Déjame dar dos apuntes antes de empezar:
1) Es importante que estas preguntas te las hagas en un momento en el que no estés cegado por la ira ni la tristeza. Debes ser lo más objetivo a la hora de valorar la situación y no dejarte llevar en exceso por las emociones, por lo que si te acabas de pegar un puteo impresionante con tu pareja no te recomiendo que tomes ninguna decisión en ese estado.
2) Voy a obviar temas tan claros como que tu pareja te falta al respeto, te agrede o te machaca psicológicamente. Si estas cosas ocurren no hay debate ni pregunta que valga. Sal de ahí.
Dicho esto, ahí tienes algunas de las preguntas que recomiendo que te hagas.
– ¿Si conocieras a tu pareja hoy en día seguirías queriendo estar con ella y pasar tu vida a su lado?
– ¿Puedes hablar abierta y honestamente con tu pareja sobre tus preocupaciones, necesidades y deseos?
– ¿Te sientes valorado, apoyado y respetado por tu pareja?
– ¿Estás dando lo que exiges de tu relación?
– ¿Compartes valores fundamentales y objetivos de vida similares? ¿Puedes visualizar un futuro juntos que te haga feliz?
– ¿La relación te brinda alegría y satisfacción la mayor parte del tiempo, o predominan los conflictos y la infelicidad?
– ¿Hay problemas crónicos o patrones en la relación que no parecen resolverse a pesar de los esfuerzos que habéis puesto para solventarlos?
– ¿Estás comprometido al 100% en la relación o te estás reservando porque en el fondo sabes que no vale la pena invertirlo todo en la misma?
Creo que con estas preguntas vas a tener una respuesta mucho más clara sobre si tu relación no da más de sí o por el contrario debes esforzarte para intentar salir adelante.
Espero que te haya servido.
Mucha fuerza.
Y si no lo sabes, el mundo te lo dirá».