«La grandeza nace de pequeños comienzos»
Bienvenido a La Hermandad, la newsletter de Fitness Real.
Una newsletter dedicada exclusivamente a ayudarte a alcanzar la persona que sabes que puedes llegar a ser.
Espero que la disfrutes, que aprendas y que luego lo pongas en práctica.
Y gracias de corazón por estar ahí una semana más.
¡Empezamos!
Esta semana quiero hablarte de algo que, durante mucho años, estuve haciendo prácticamente a diario y, visto en retrospectiva, tengo clarísimo que no me sirvió para nada.
Al contrario, cuanto más lo hacía, peor me sentía y peor estaba. Pero tardé bastante en darme cuenta de eso, por lo que espero poder abrirte los ojos a ti un poco antes
Estoy hablando de las quejas constantes.
Hace años era una persona completamente distinta, y uno de los adjetivos que caracterizaba a esa persona era, sin lugar a dudas, «quejica». Me quejaba por todo. Y lo peor de todo es que lo hacía de una forma tan automática que, a veces, ni siquiera era consciente de ello.
Es lo que llamo «queja por defecto», y es una práctica muy habitual.
El problema es que, si somos sinceros y nos paramos a reflexionar… Quejarse sirve de muy poco. Lo que pasa es que puede llegar a sentar bien, especialmente si nos juntamos con otras personas quejicas.
Acabamos creando una especie de círculo vicioso en el que cada uno valida las miserias de los demás, y a su vez las aprovecha para retroalimentar las suyas propias. Estaremos de acuerdo en que no es una dinámica demasiado positiva.
Y esa sensación de «bienestar» que suele quedar tras soltar toda la caballería puede (y suele) confundirse con haber hecho algo para solucionar el problema.
Pero sigue estando ahí.
Y en el fondo…lo sabemos.
Pero preferimos ignorarlo.
Esa es la razón por la que siempre digo que vigiles mucho con aquellos que siempre te dicen exactamente lo que quieres escuchar. Esos que validan toda esa lista de razones por las que crees que eres una víctima, que tu vida es una ristra de miserias, que el universo te la tiene jurada y que todo el mundo lo tiene mucho más fácil que tú.
Sienta bien al principio, ya que te darán una vía de escape a tu frustración, pero te aseguro que a largo plazo no sirve para nada. De hecho, estarás peor de lo que estabas, porque no habrás solucionado nada mediante la queja y habrás perdido mucho tiempo en el proceso.
Quejarse de algo no es solucionar ese algo.
Del mismo modo que hablar de los grandes objetivos que uno tiene no significa avanzar hacia ellos.
O leer un libro de desarrollo personal no es sinónimo de desarrollarse personalmente.
O ir al gimnasio con entrenar.
¿Ves el patrón que se repite constantemente? Antes de seguir, lee otra vez la lista anterior y piensa en la pieza que falta en todos los ejemplos que te he puesto.
Efectivamente, falta la acción.
Hacer algo.
Eso es lo que diferencia a una persona fuerte y comprometida del mediocre que se contenta con hablar todo el día.
Ahí va una dosis de realidad: una persona fuerte no se queja. O, si lo hace, lo hace poco y de forma esporádica, e inmediatamente después da un paso adelante y hace lo que puede para solucionar lo que tiene enfrente.
Eso no significa que siempre se pueda hacer algo, porque hay muchas cosas que escapan de nuestro control, pero la voluntad de hacer lo que se pueda con lo que se tiene debe estar siempre presente y ser un mantra en nuestra cabeza.
Si te quejas sin parar y nunca haces nada…en el fondo lo que estás buscando es atención.
Por cierto: los puntos negativos de quejarse constantemente no acaban ahí. El verdadero problema es que ocurre algo muy parecido a cuando te ofendes por todo. Se genera una inercia negativa.
Cuanto más te quejas, más cabreado estás en general y eso, a su vez, hace que haya más cosas que te mosqueen y de las que quieras quejarte, aumentando tu cabreo y frustración en el proceso.
Presta atención a tu día a día.
Céntrate en detectar esas quejas que pueden pasar desapercibidas, porque suelen ser la antesala de algo mucho más corrosivo.
¿Quieres ser fuerte? Pues te lo repito: las personas fuertes no se quejan. O lo hacen muy poco y luego toman acción en lo que está bajo su control y lo demás lo aceptan con entereza.
Esta semana quiero que seas muy consciente de las veces que te quejas.
No te voy a pedir que no lo hagas. Simplemente que seas consciente de la cantidad de veces que recurres a la queja.
Apúntalas en una libreta.
Por la noche, haz un trabajo de reflexión y responde a las siguientes preguntas:
¿Ha servido de algo?
¿Me he sentido bien haciéndolo? ¿Por qué?
¿Me he sentido bien al cabo de un rato? ¿Por qué?
¿He buscado alguna solución para que no se repita? ¿O en el fondo no quiero solucionarlo porque ya me está bien tener algo por lo que quejarme?
¿Estas quejas se dan mayoritariamente cuando estoy con un grupo de gente determinada?
¿Las empiezo yo o yo me uno a la fiesta?
Creo que con todas esas respuestas ya tienes trabajo que hacer.
Dale caña, tu bienestar depende de ello. Te lo aseguro.
La semana pasada os pregunté «con quién teníais una conversación pendiente» y «por qué no la habíais tenido todavía».
He recibido una barbaridad de respuestas, que estoy seguro que no han sido fáciles de escribir.
Nicolás decía: «Tengo una conversación con mis padres. A día de hoy tenemos muy buena relación, pero durante mucho tiempo fue tempestuosa. Por ende, evitamos el conflicto, aunque los 3 sabemos que hay mucha agua que pasó bajo el puente y necesitamos explicar y expresar muchas cosas. Pero a la vez tememos que al hablar de estas situaciones tan dolorosas en su momento, se dañe la relación actual que tenemos».
La conversación de Jose Angel es «con unos amigos, ya que creo que no están llevando un camino adecuado conforme a su vida. No se cuidan, piensan que el sábado es el día que tienen que desfasar sí o sí, entre otras muchas cosas. No la he tenido todavía porque ahora estamos lejos».
Alex manda un correo muy importante: «Tengo una conversación pendiente con mi «yo anterior», y decirle la poca importancia que tiene el físico para ser feliz y valorarse como persona. He estado en el pozo y estoy seguro de eso. No puedo hablar con mi yo anterior, pero sí me puedo dirigir a todas las personas que se obsesionan por un físico y decirles que no vale la pena».
Una semana más, GRACIAS a todos por vuestros correos.
Seguro que habéis ayudado a más de un miembro de «La Hermandad» que se encuentra en una situación parecida 😉
La pregunta de esta semana es la siguiente:
¿Cuál es la última vez en la que te has sentido absolutamente en paz contigo mismo?
Tengo muchas ganas de leer vuestras respuestas.
Podéis mandarme vuestras reflexiones respondiendo desde aquí.
Los leo todos.
Gracias a todos por participar una semana más y por hacer que «La Hermandad» sea una comunidad de la que vale la pena formar parte.
Hace un par de semanas Teresa Terol me invitó nuevamente a su podcast «Valientemente» para tener una charla super interesante.
En ella hablamos de temas como la masculinidad, el valor de la ambición o el dinero, saber establecer límites, algunos consejos sencillos para lograr éxitos y mejorar la autoestima, o la importancia de la puntualidad, que no es solo llegar a tiempo sino marcharse a tiempo.
Una hora y media que se me pasó volando.
Espero de corazón que te guste ^^
A principios de 2020 me crucé con esta charla de la fantástica doctora Brené Brown, y aquello supuso un antes y un después en mi vida. Algo hizo click en mi cabeza, y desde ese instante muchas piezas se pusieron en su sitio.
Después leí su libro, y solidificó todavía más la importancia que tiene dejar de intentar evitar o huir de la vulnerabilidad, ya que ese hecho es uno de los principales focos de problemas con los que tenemos que lidiar en nuestras vidas.
A partir de ahí establecí la vulnerabilidad como uno de mis valores principales (cosa que todos los que han leído mi libro «Atrévete a ser más» saben de sobra).
Y todo empezó por esta brillante charla.
Échale un vistazo, y espero que sea tan reveladora para ti como lo fue para mí.
PREGUNTA:
Víctor, ¿cómo saber si estoy creciendo a nivel personal?
RESPUESTA:
La eterna pregunta si lo que quieres es lograr esa utópica «mejor versión» de ti mismo. El problema es que este mundo del crecimiento personal tiene una vertiente un poco abstracta y flipada, en la que no faltan los gurús «vendehumos» que te dirán las chorradas más variopintas para venderte su método místico y revolucionario.
El crecimiento personal, tal y como lo entiendo yo, es pragmático y realista. No se va por las ramas y tiene una finalidad clara: dejar esto mejor de lo que lo hemos encontrado. Es un trabajo que haces en ti mismo para ofrecer el resultado al mundo.
Primero de todo tienes que entender qué es para ti esa mejor versión. Debes definirla de forma concreta y precisa, y para ello tienes que ser completamente consciente de los puntos que te restan y debes mejorar. Porque la mejor versión de cada uno es diferente, no lo olvides.
En mi caso, por ejemplo, es la paciencia y la gestión emocional. Para otra persona, será la asertividad y la disciplina. Para otros, la empatía y la generosidad. Encuentra los puntos que son más flagrantes y que te lastran más en tu día a día.
Lo segundo es determinar qué herramientas debo implementar y aprender para poder trabajar de forma efectiva estos puntos que debes mejorar. En mi caso por ejemplo sería el journaling, la meditación, la respiración, el mindfulness, el estudio filosófico y psicológico de las emociones y cómo gestionarlas correctamente, pedir ayuda a profesionales especializados en estos ámbitos…
El último paso es valorar si lo que estás haciendo está generando resultados. Si sabes qué puntos débiles tienes, sabes exactamente qué situaciones se generan por culpa de ellos. Lo más probable es que sean situaciones que se repiten a menudo, por lo que puedes comparar tu yo anterior con tu yo actual en esos contextos y valorar los cambios que experimentas.
En mi caso, por ejemplo, puedo valorar la paciencia y el tipo de reacción que tengo cuando mis hijas se portan mal. Puedo observar si puedo gestionar mejor la ansiedad o el estrés cuando hay algún problema en algún proyecto, y puedo compararlo con la reacción que hubiera tenido meses atrás en la misma situación.
Si veo que respondo mejor que antes y que soy capaz de gestionar mejor las situaciones que antes se me hacían una montaña, voy por buen camino. Por que repito, esto va de ser una mejor versión para tu entorno. Si soy capaz de gestionar mejor las rabietas de mis hijas, eso repercute positivamente en ellas, en mi mujer, en mi familia, en mí mismo y en mi entorno. Y como esto, todo.
Es un círculo virtuoso que está al alcance de cada uno.